El mundo al revés

Patas arriba. La escuela del mundo al revés
 
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si
Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría
atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana.
 
 


La escuela del mundo al revés
Educando con el ejemplo.

La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el killing instinct, el instinto asesino, es virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas chicas y para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar comida con un cuchillo en la mano.
La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado.
El arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de
éxito ejercitan su talento. Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los derechos humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.
Los alumnos.
Día tras día, se niega a los niños el derecho a ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.
¿Qué destino tienen los nadies, los dueños de nada, en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho?¿Y los hijos de los nadies? A muchos, que son cada vez más muchos, el hambre los empuja al robo, a la mendicidad y a la prostitución; y la sociedad de consumo los insulta ofreciendo lo que niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto, bandas de desesperados unidos por la certeza de la muerte que espera: según UNICEF, en 1995 había ocho millones de niños abandonados, niños de la calle, en las grandes ciudades latinoamericanas; según la organización Human Rights Watch, en 1993 los escuadrones parapoliciales asesinaron a seis niños por día en Colombia y a cuatro por día en Brasil. En el calmos colectivo por la seguridad pública, amenazada por los monstruos del delito que acecha, la clase media es la que más alto grita. Defiende el orden como si fuera su propietaria, aunque no es más que una inquilina agobiada por el precio del alquiler y la amenaza del desalojo.
Curso básico de injusticia.
La publicidad manda consumir y la economía lo prohíbe. Las órdenes de consumo obligatorias para todos pero imposibles para la mayoría, se traducen en invitaciones al delito. Las páginas policiales de los diarios enseñan más sobre las contradicciones de nuestro tiempo que las páginas de información política y económica. Este mundo, que ofrece el banquete a todos y cierra la puerta en las narices de tantos es, al mismo tiempo, igualador y desigual:
igualador en las ideas y en las costumbres
que impone, y desigual en las oportunidades que brinda.
A través de los medios masivos de comunicación,
los dueños del mundo nos comunican la
obligación que todos tenemos de contemplarnos
en un espejo único, que refleja los valores de la
cultura de consumo.
El mismo sistema que necesita vender cada
vez más, necesita también pagar cada vez menos.
Esta paradoja es madre de otra paradoja:
el norte del mundo dicta órdenes de consumo
cada vez más imperiosas, dirigidas al sur y al
este, para multiplicar a los consumidores, pero
en mucha mayor medida multiplica a los delincuentes.
Nunca ha sido menos democrática la economía
mundial, nunca ha sido el mundo tan
escandalosamente injusto.
El valor de los productos para mascotas animales
que se venden, cada año, en los Estados
Unidos, es cuatro veces mayor que toda la producción
de Etiopía.
Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
una mano anónima proponía en un muro
de Buenos Aires: ¡Combata el hambre y la pobreza!
¡Cómase un pobre!.
La economía latinoamericana es una economía
esclavista que se hace la posmoderna:
paga salarios africanos, cobra precios europeos.
En muchos países del mundo, la justicia
social ha sido reducida a justicia penal. El
estado vela por la seguridad pública: de los
otros servicios, ya se encargará el mercado; y
de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya
se ocupará Dios, si la policía no alcanza.
La pobreza mata cada año, en el mundo, más
gente que toda la segunda guerra mundial, que
a muchos mató.
El poder, que practica injusticia y vive de
ella, transpira violencia por todos los poros.
Sociedades divididas en buenos y malos: en los
infiernos suburbanos acechan los condenados
de piel oscura, culpables de su pobreza y con
tendencia hereditaria al crimen: la publicidad
les hace agua la boca y la policía les echa de la mesa.
Hasta hace veinte o treinta años, la pobreza era
fruto de la injusticia. Lo denunciaba la izquierda,
lo admitía el centro, rara vez lo negaba la
derecha. Mucho han cambiado los tiempos, en
tan poco tiempo: ahora la pobreza es el justo
castigo que la ineficiencia merece.
 
El código moral del fin del milenio no
condena la injusticia, sino el fracaso.
Países en desarrollo es el nombre con que
los expertos designan a los países arrollados
por el desarrollo ajeno.
Todos los antecedentes históricos enseñan que
la libertad de comercio y las demás libertades
del dinero se parecen a la libertad de los países,
tanto como Jack el Destripador se parecía a san
Francisco de Asís.
Cada vez que se reúnen, y se reúnen con
inútil frecuencia, los presidentes de las Américas
emiten resoluciones repitiendo que “el
mercado libre contribuirá a la prosperidad”. A
la prosperidad de quién, no queda claro.
Curso básico de racismo y de machismo.
El racismo se justifica, como el machismo,
por la herencia genética: los pobres no están
jodidos por culpa de la historia, sino por obra
de la biología. En la sangre llevan su destino y,
para peor, los cromosomas de la inferioridad
suelen mezclarse con las malas semillas del
crimen. Cuando se acerca un pobre de piel
oscura, el peligrosímetro enciende la luz roja, y suena la alarma.
Los blancos sumaban no más que la quinta
parte de la población mundial en tiempos del
Renacimiento, pero ya se decían portadores de
la voluntad divina.
Blancos fueron los reyes, los vampiros de
indios y los traficantes negreros.
Blancos fueron los jefes de estado y los jefes
guerreros que organizaron y ejecutaron, con
ayuda de los japoneses, las dos guerras
mundiales. Blancos fueron los que planificaron
y realizaron el holocausto de los judíos, que
también incluyó a rojos, gitanos y
oEsle xfiulóasleosfo. Inmanuel Kant, que nunca había
estado en América, sentenció que los indios
eran incapaces de civilización y que estaban
destinados al exterminio.
Los incapaces de civilización vivían en comunión
con la naturaleza y creían, como muchos
de sus nietos creen todavía, que sagrada es la
tierra y sagrado es todo lo que en la tierra anda
o de la tierra brota.
Hasta hace pocos años, el Registro Civil
argentino no aceptaba nombres indígenas, por ser extranjeros.
Hoy por hoy, se considera a los indios un peso
muerto para la economía de los países que en
gran medida viven de sus brazos, y un lastre
para la cultura de plástico que esos países tienen por modelo.
Pareces indio, o hueles a negro, dicen
algunas madres a los hijos que no quieren bañarse,
en los países de más fuerte presencia
indígena o negra. Pero los cronistas de Indias
registraron el estupor de los conquistadores,
ante la frecuencia con que los indios se bañaban.
Trabaja como un negro, dicen los que también
dicen que los negros son haraganes.
Negro ladrón, indio ladrón: la tradición del
equívoco manda que los ladrones sean los más robados.
Desde los tiempos de la conquista y de la esclavitud,
a los indios y a los negros les han robado
los brazos y las tierras, la fuerza de trabajo y la
riqueza; y también la palabra y la memoria.
La historia real de la conquista y la colonización
de las Américas es una historia de la
dignidad incesante. No hubo día sin rebelión, en
todos los años de aquellos siglos; pero la historia
oficial a ninguneado casi todos esos alzamientos,
con el desprecio que merecen los actos
de mala conducta de la mano de obra.
El racismo, mutilador, impide que la condición
humana resplandezca plenamente con
todos sus colores. América sigue enferma de
racismo; de norte a sur sigue ciega de sí. Los
latinoamericanos de mi generación hemos sido
educados por Hollywood. Los indios eran unos
tipos con cara de amargados, emplumados y
pintados, mareados de tanto dar vueltas alrededor
de las diligencias. Del África sólo supimos.

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